Aquellos que enunciaron por primera vez nuestra palabra. |
Quién tiene los recursos que permite la carta magna, también
puede pagar la construcción de escenarios fértiles. El enrarecimiento del
ambiente, la oportuna aparición del crimen organizado y la guerra contra el
narco, hacen pensar en una pinza que aprieta toda insurgencia. Una estrategia
que va por todas y por todo para no compartirlo con nadie.
Es difícil comprender a qué se
refiere la independencia y la soberanía de la patria, cuando sus discursos
utilizan términos estériles de las ciencias políticas y de la economía, cuando
en la práctica dejan colgadas a medio hacer todas esas normas que piden
respetar.
Les es difícil hablar de libertad
y autonomía de un pueblo porque la visión se encuentra limitada a los confines
individuales, porque el trabajo nunca se encuentra ligado a la toma de
decisiones.
Lo que los abogados de la muerte
llaman carta constitutiva, o carta magna, son, en realidad, las puertas entre
la opulencia y la exclusión. Dicen “paz” cuando los cerrojos legales y las garras
asesinas se abren, salen y toman el aire que no es suyo.
Nunca vieron que la libertad se
forja en el arado de la tierra y se cultiva identidad. Que es en la tierra en
donde se encuentran los cuerpos de nuestros hombres y mujeres, aquellos que
enunciaron por primera vez nuestra palabra, la misma que dicen defender.
Esto es una “paz” que permite
guardar, justificar, el robo y el despojo a la gente trabajadora. Soldados
muertos conservados en formol, anestesiados del pueblo y de la memoria. Hombres
que prefieren hablar de libertades individuales, productos internos brutos y
desarrollo estructural, pero que poco entienden del trabajo y del sudor en la
frente.
2 de abril 2016