Reflexiones de un distinguido y poco
conocido, del jinete que camina errante, sobre su caballo de cartón, por el
mundo. Librando batallas con su espada defendiendo a la humanidad. Nadie sabe
su sexo, a nadie le interesa, todos lo invocan y pocos lo conocen, nuestro
amado “Jinete de la Transparencia”.
Cuando reflexiono sobre la palabra
soledad, comienzo con la visualización de algún personaje parado a la orilla
del abismo. No sólo se descubre de pronto sólo en su vida, sino que también (apenas
se da cuenta de que está frente al abismo), él está sintiendo cómo es que su
pasado lo empuja poco a poco al precipicio.
El sueño continúa por varios caminos,
en algunos mi amigo imaginario camina descalzo sobre tiras de vidrio hasta
llegar al vacío. En otros momentos, el sueño, atraviesa por un campo de
aceptación y resignación -esos recuerdos que se consideran como los pilares que
sostienen la maldita soledad- y bajo un sentido de egolatría, mi héroe, acepta
toda la maldita culpa.
No sé a qué se deba, pero el camino
de los deprimidos lleva una secuencia extraña, van atrapados en una línea
especial que brinda las fuerzas suficientes para no caer, pero no tantas como para
lograr levantarse. La soledad tiene sus propios mecanismos para no permitir
salir a su inquilino, para condicionar la sonrisa a la sinceridad y la
carcajada a la sátira, va haciendo más sensibles las pequeñas zonas perceptoras
de dolor para sumir, nuevamente, a nuestro héroe en la reflexión y el anhelo.
Después de cierto tiempo, el
deprimido grita con la fuerza del aire contenido en sus pulmones -¡los procesos
de aprendizaje me están matando!- no debe ser para menos, el aprender es una
actividad de autoflagelación. La información comprendida, cuando se encuentra
bajo el proceso de asimilación, puede provocar que todas las concepciones
adquiridas por nuestro guerrero a lo largo de su vida, vuelvan a ser sometidas
a un proceso de validación.
Nuestro héroe sigue parado frente al
abismo, el formar conocimiento es una actividad dolorosa a la que se enfrenta
el ser cognoscente, su pasado lo empuja a la nada y, estando en la soledad, el
vértigo se siente antes de comenzar a caer. La sensibilidad frente al dolor
trastoca y revalora la idea del propio ser al grado de la negación de todos los
valores construidos hasta ese presente, es decir, la negación de esos valores
que te suponen a ti frente a ti.
Siempre al borde del abismo. El
problema no es el replanteamiento del todo, el problema radica en el miedo a perderse
en la redefinición. Esta vez nuestro héroe, tal vez por que sabe que puede revivir,
piensa en la posibilidad de morir para dejar de sentir ese vertiginoso hilo que
se cierra sobre su cuello, en morir antes que sentir esa extraña sensación de
estar solo. Morir antes que sentirse acompañado de todos sin que en ninguno se
pueda abandonar y dejarse ir. La muerte para escapar de esa aplastante
incomodidad, para renacer amante de la soledad, de su soledad.
Efrapi/ 2008
Qué chingón que tus palabras llenen de sentido mi existencia! Te lo habría dicho en casa, hoy, durante tu visita, pero el tiempo nunca me alcanza: me llevas por tres grandes pasos, pero ¿no te parece paradógico? seguimos caminando juntos. Abrazos.
ResponderEliminar