Los ojos de los muertos son grises. Los de los
recién nacidos lechosos. ¿Será que ven lo mismo? ¿qué la luz enceguece? ¿qué de
mucha luz los ojos se aclaran? ¿qué de mucha luz los ojos mueren? ¿acaso no es
triste saber el nombre de las sombras que se mueven a tu espalda? ¿acaso no es
triste saber que no vas a más a mirar las flores nunca más?
Se esperaría que el viento pudiese tomar y
resguardar el significado de la libertad. Que las hojas al caer prometieran amor
eterno y que los besos se quedaran en otros labios. Lo cierto es que yo veía
pasar las corriente de aire en un pueblo que fincaba su libertad en la tierra,
que las hojas en el suelo sólo prometían estar ahí hasta desintegrarse y los
otros labios fueron expulsados del paraíso sin promesas vanas.
La libertad no sólo se siembra junto con
las semillas de maíz y trigo, no es simplemente preparar la tierra para
la época de lluvias, sino que también requiere de surcar el cielo con una
mirada de desconfianza y derribar toda posibilidad divina de entender el deseo.
Estar en casa supone un respiro, caminar sobre tu tierra te enlaza a tus
raíces, besar los árboles es un beso a tus muertos.
Siempre es triste ver cómo el oro termina siendo
metal, cualquier otra cosa. Las verdades en palabras, como hojarasca que se las
lleva el viento. Siempre es complicado entender que la juventud se va, que la
vida se extingue y las promesas olvidadas quedan como experiencias que nos
hacen sabernos. Que difícil es conocer al ser humano, conocerse a sí mismo.
Debe ser que he envejecido porque cuando viajo al
pasado lo hago paso a paso y conteniendo la respiración. Porque cada vez me
cuesta más trabajo distinguir entre el aquí y el antes. Porque hace mucho dejé
de sentir el vértigo que produce la línea ilusoria que divide el ahora y el
abismo.
Pienso, desde este lado de la muerte, que es
difícil hacer arte, encontrar tu identidad en el mundo, si no tienes capacidad
para cuestionar a la humanidad, para hablar con los fantasmas, tus fantasmas.
¿Cómo se puede saber que se está vivo si antes no dudas de tus verdades? ¿Qué
es lo que vieron tus muertos? ¿Cómo se puede expresar la belleza del mundo si
antes no te has quitado los velos de las verdades humanas? ¿Cómo puedes decir
arte si antes no has vivido? ¿A quién le interesa el arte si éste no dice nada,
es decir, si tus raíces no hablan?
Sí, lo pensamos, justo después de tomarnos de las
manos, de nuestros cuerpos, de besarnos completas. La revolución no podía ser
por fuera de un acto vandálico de amor. Los actos creativos son, en realidad,
un acto de amor y este mundo necesita amantes valientes. Amor al mundo, amor al
hombre.
No fue complicado darse cuenta de que este es un
mundo difícil del cuál hay que reírse. Nunca el color rosa estuvo tan deslavado
como cuando vistió tu falsa bondad y tu sentimentalismo estéril. A veces el
placer mata, en otras, cuando es tuyo, reconforta. Este es un mundo que golpea
y golpea casi hasta el final, aprieta pero no asfixia, te mantiene vivo, goza
con el sudor de tu frente, con la mueca del dolor entre tus dientes.
Recuerdo que en esa ocasión, de alguna manera, ya
estábamos cansadas de la muerte, la sangre y el miedo que hinca su poder en el
recuerdo de los límites de la vida, cansadas de laviolencia. El asunto era
consolidar un acto terrorista fuera de lo común en donde se primara la vida
antes que la muerte. Decidimos desvestirnos y tomar nuestras guitarras. Se
trataba de exacerbar los pulsos vitales, los bajos instintos que irrumpen el
orden, movilizar a la gente incentivando su grandilocuencia “por eso yo te
estoy mirando, para que creas en ti por favor”.
Decidimos hacer la libertad, no sólo invitando a
sentir a los vivos y explotar el presente. El cachondeo y el uso del cuerpo en
búsqueda de placeres que nada tienen que ver con el consumo de la vida. También,
esta libertad nueva requería romper con los parámetros del tiempo, abrir las
alas nada tenía que ver con el vuelo a través del espacio, ni siquiera un burdo
ejercicio de introspección y hallazgo de las verdades interiores. Abrir las
alas tenía que ver con romper con el aquí y ahora para incorporar la memoria y
los sueños como parte sustancial del ahora. Decidimos hacer el amor.
Junio 2014
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