miércoles, 26 de marzo de 2014

Alegorías sobre la libertad


¿Eres capaz de juzgarte con el peso de tu propia mirada?


A lo lejos se miran las barcas en el remanso de la orilla del río. Soltarlas sería dejarlas a la voluntad de los rápidos que se forman corriente abajo. Y es que la libertad no significa que uno esté parado en el abismo, sin atadura, sin objetivos en el andar. La cobardía de algunos hombres estriba en abandonarse a sí mismos para no hacer frente a los deseos y sueños de su vida.

      Hay días, un poco más adentrados en la primavera, en los que llueve. Hay tardes en que el asfalto se humedece, y el sol se filtra coloreando amarillo-rojo el ambiente. Crepúsculos morados. La libertad, en términos generales, sirve para enunciar a las personas que son responsables de sus actos y que, por ende, pueden tomar sus decisiones.

      El anciano contemplaba serenamente, su voz rompió el silencio con la fuerza de todos los tiempos –¿Eres capaz de fijarte por ti mismo de tu bien y tu mal y suspender sobre ti la ley de tu propia voluntad? ¿Eres capaz de ser tu propio juez y el guardián de tu propia ley?*- concluyó con una sonrisa llena de arrugas.

     Caen las hojas de los árboles haciendo piruetas mientras se deslizan por el aire hasta caer en el remanso de agua. Se dibujan las ondas concéntricas mostrando una virtud aparentemente contradictoria, la libertad no es sin ataduras, sólo es posible cuando una aclara y respeta su punto de partida.
 Efrapi
Marzo 2014
 
*Ver Friederich Nietzche, 2001

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