domingo, 29 de junio de 2014

De ojos y miradas


 


Los ojos de los muertos son grises. Los de los recién nacidos lechosos. ¿Será que ven lo mismo? ¿qué la luz enceguece? ¿qué de mucha luz los ojos se aclaran? ¿qué de mucha luz los ojos mueren? ¿acaso no es triste saber el nombre de las sombras que se mueven a tu espalda? ¿acaso no es triste saber que no vas a más a mirar las flores nunca más?




Se esperaría que el viento pudiese tomar y resguardar el significado de la libertad. Que las hojas al caer prometieran amor eterno y que los besos se quedaran en otros labios. Lo cierto es que yo veía pasar las corriente de aire en un pueblo que fincaba su libertad en la tierra, que las hojas en el suelo sólo prometían estar ahí hasta desintegrarse y los otros labios fueron expulsados del paraíso sin promesas vanas.




La libertad no sólo se siembra junto con  las semillas de maíz y trigo, no es simplemente preparar la tierra para la época de lluvias, sino que también requiere de surcar el cielo con una mirada de desconfianza y derribar toda posibilidad divina de entender el deseo. Estar en casa supone un respiro, caminar sobre tu tierra te enlaza a tus raíces, besar los árboles es un beso a tus muertos.




Siempre es triste ver cómo el oro termina siendo metal, cualquier otra cosa. Las verdades en palabras, como hojarasca que se las lleva el viento. Siempre es complicado entender que la juventud se va, que la vida se extingue y las promesas olvidadas quedan como experiencias que nos hacen sabernos. Que difícil es conocer al ser humano, conocerse a sí mismo.




Debe ser que he envejecido porque cuando viajo al pasado lo hago paso a paso y conteniendo la respiración. Porque cada vez me cuesta más trabajo distinguir entre el aquí y el antes. Porque hace mucho dejé de sentir el vértigo que produce la línea ilusoria que divide el ahora y el abismo.






Pienso, desde este lado de la muerte, que es difícil hacer arte, encontrar tu identidad en el mundo, si no tienes capacidad para cuestionar a la humanidad, para hablar con los fantasmas, tus fantasmas. ¿Cómo se puede saber que se está vivo si antes no dudas de tus verdades? ¿Qué es lo que vieron tus muertos? ¿Cómo se puede expresar la belleza del mundo si antes no te has quitado los velos de las verdades humanas? ¿Cómo puedes decir arte si antes no has vivido? ¿A quién le interesa el arte si éste no dice nada, es decir, si tus raíces no hablan?



Sí, lo pensamos, justo después de tomarnos de las manos, de nuestros cuerpos, de besarnos completas. La revolución no podía ser por fuera de un acto vandálico de amor. Los actos creativos son, en realidad, un acto de amor y este mundo necesita amantes valientes. Amor al mundo, amor al hombre.



No fue complicado darse cuenta de que este es un mundo difícil del cuál hay que reírse. Nunca el color rosa estuvo tan deslavado como cuando vistió tu falsa bondad y tu sentimentalismo estéril. A veces el placer mata, en otras, cuando es tuyo, reconforta. Este es un mundo que golpea y golpea casi hasta el final, aprieta pero no asfixia, te mantiene vivo, goza con el sudor de tu frente, con la mueca del dolor entre tus dientes.




           Recuerdo que en esa ocasión, de alguna manera, ya estábamos cansadas de la muerte, la sangre y el miedo que hinca su poder en el recuerdo de los límites de la vida, cansadas de laviolencia. El asunto era consolidar un acto terrorista fuera de lo común en donde se primara la vida antes que la muerte. Decidimos desvestirnos y tomar nuestras guitarras. Se trataba de exacerbar los pulsos vitales, los bajos instintos que irrumpen el orden, movilizar a la gente incentivando su grandilocuencia “por eso yo te estoy mirando, para que creas en ti por favor”.





Decidimos hacer la libertad, no sólo invitando a sentir a los vivos y explotar el presente. El cachondeo y el uso del cuerpo en búsqueda de placeres que nada tienen que ver con el consumo de la vida. También, esta libertad nueva requería romper con los parámetros del tiempo, abrir las alas nada tenía que ver con el vuelo a través del espacio, ni siquiera un burdo ejercicio de introspección y hallazgo de las verdades interiores. Abrir las alas tenía que ver con romper con el aquí y ahora para incorporar la memoria y los sueños como parte sustancial del ahora. Decidimos hacer el amor.

Junio 2014

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