A mi Felo querido ahora que cumple sus 2000 años.
Me duele la
cabeza, como si esta le pesara al cuello, como si tuviera un sueño atrasado
esperando la hora de dejarse fluir. Es un extraño aletargamiento que va
consumiendo mi tiempo en un paso que parece no decir nada, es como si sólo se
escurriese el agua por la alcantarilla hasta llegar al drenaje profundo.
Trato de leer
pero las palabras se pierden en oraciones y luego en párrafos que carecen de
sentido. En otros momentos he dicho que es como si “el texto me sacara” por que
mientras mis ojos avanzan por las pesadas filas de letras mi pensamiento se
vuela hacia cualquier otro lado del mundo. A veces para imaginar lo que vivo
con mi novia y lo delicioso de sus besos, senos y caderas; a veces para enclavarme
en problemas reales y de carácter inmediato como las cuentas de hacienda o
alguna otra de ese tipo de actividades.
Algunos días,
también, imagino acerca de si los filósofos deben tener libertad para pensar, y
qué significaría esa libertad, o si los filósofos son gente que pone atención a
lo que le rodea contradiciendo que sean personas que se encuentran abstraídas
de la tierra. En otras palabras, me la paso pensando en la inmortalidad del
cangrejo, por cierto, un cangrejo que avanza dando tumbos a lo largo de la vida
y los escalones de la muerte.
De esta manera,
en el texto dice que la sociología tiene diferentes métodos para abordar la
realidad y que cada uno de éstos esconde una idea acerca de la humanidad y la
forma en que se constituye la sociedad, y luego, muy al final el conocimiento.
Y cuando me doy cuenta caigo en que yo estaba mirando por la ventana tratando
de entender que la libertad del pensamiento se da justo en cada uno de los
pasos del cangrejo de su inmortal vida. Son pasos que son lógicos y que
requieren tener clara la coreografía completa, por mucho de que ésta sea el
ritual de un dios pagano, opuesto a las creencias que tenemos.
En un intento
desesperado por regresar al hilo de las letras, escritas por Bobes, en un texto
metodológico, donde especifica que: “Esto implica: primero, una relación con el
movimiento mismo, con sus militantes -conscientes de ser parte de un conflicto
general-; segundo, ir más allá de los discursos ideológicos y descubrir el
pensamiento de los grupos sobre sí mismos, y tercero, descifrar lo que está en
juego para ellos. A tal efecto es preciso establecer una relación fuerte (y
adecuada) entre el autoanálisis del grupo militante y la intervención del
sociólogo.”
Pero el
cangrejo avanza insistentemente tratando de reflejarse y, entonces, de
encontrarse a sí mismo en lo que le toca de esa realidad ¿qué parte de su andar
responde a los acontecimientos expresados por el sociólogo? ¿cuál es la
realidad a la que debe poner atención y que no depende de su pensamiento? Es
difícil andar con los pasos del cangrejo, la realidad es tan omnipresente como
limitada, de acuerdo a la manera en que a esta se le concibe. El ser
cognoscente se dirime entre los límites de su propio pensamiento y los valores
que defiende como verdades, escuchar lo que nos parece incomprensible es como
una agresión que nos hace trastabillar. No es que cause admiración la
existencia de argumentos que defienden lo “indefendible”, sino que además,
causan repulsa y se vuelve incomprensible la manera en que se describe así
mismo el “otro”.
Eufemio Franco Pimentel
14 de mayo del 2013
Enhorabuena Eufemio, estaré atento a las siguientes entregas; aprendí y difruté mucho de tus textos, un abrazo.
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