martes, 13 de agosto de 2013

Caída alegórica de un carruaje alegórico.






Al final, la verdad no es tan divertidad.


Bueno, resulta que yo andaba en un evento muy importante. El carro alegórico trataba sobre la importancia de guardar la figura. Así que yo andaba ahí, salte y salte, mostrando un elegantísimo “smoking”, sin cigarro. En la mano derecha yo portaba un bastón al estilo del que traía Mandrake El Mago y con la otra mano aparecía y desaparecía figuritas varias. A veces un ramo de flores, a veces unos patitos de plástico o cualquier otra figurilla que pudieran y quisieran guardar. Pero lo mejor del espectáculo, de este tipo de espectáculos, sólo podría ser protagonizado por una bella dama. Por su puesto, por su pollo.

El carruaje pasaba justo enfrente de la plaza más importante de esa ciudad, que mejor no nombraré. Por suerte, además del espectacular escenario que se habían montado sobre el móvil, éste tenía un buen sistema de audio que hacía posible amplificar el redoble de las tarolas. La gente se acercaba emocionada, el show estaba por comenzar. ¡Con ustedes, Nancy, la mami de la figurita! Los reflectores apuntaban a la monumental mujer de ojos, ¡ojona!, y caderas enormes. Yo, con una reverencia daba la bienvenida a la modelo y, con el bastón, enfatizaba las ovaladas líneas y pliegues del trajecito de terciopelo rojo, algo así, como si tratase de subrayar lo que de por sí ya era importante.

A continuación seguí con la rutina de siempre, ya saben trucos como “dale de comer al conejito”, “en busca del oso negro”, “el as bajo la manga”, “el del pájaro embrujado” entre otros. En el acto final, en donde yo trataría de cortar por la mitad a Nancy, las luces de la plaza se apagaron, los redobles de los tambores crearon una sensación de suspenso. El cañón iluminaba a la muchacha que se metía en la “caja de operaciones”. Cerré todos los seguros para que no pudiera escapar, di vueltas al sarcófago de la ilusión, para dar veracidad del acto. Todos eran testigos de que la caja era inviolable, y que de Nancy tan sólo se alcanzaba a mirar la cabeza, los brazos y los píes. Estaba realmente atrapada.

Los tambores callaron y la plaza quedó en un silencio expectante. Dí unos últimos golpes con el bastón elegante sobre la caja, moví los brazos y recé unos conjuros mágicos -alakazam, el chorejas se enjaretó el pan-. No estoy muy claro, no sé si fueron efectos especiales o de verdad en el cielo se trazó un fuerte y sonoro rayo. Levanté el serrucho y me dispuse a cortar la caja por la mitad. La gente comenzaba a murmurar nerviosamente. 

En la medida en que avanzaba el serrucho, el barullo iba tensando el ambiente. Nancy, y todo su profesionalismo, se quebraron por la mitad.  El serrucho apenas había entrado dos centímetros en la madera, pero toda ella pataleaba dentro del cajón como sí la hoja filosa hubiese llegado a su cuerpo. La gente, que no perdía detalle de lo que sucedía, pasaba del nervio y del suspenso al miedo y la incertidumbre. Nancy se esforzaba por salir contorneándose desesperadamente, ya no la pude tranquilizar y decidí abrir los seguros. 

Amigos míos, esto que les digo jamás me había ocurrido, incluso ahora que lo cuento me sorprendo y dudo de que haya pasado. Pero una vez que Nancy estuvo fuera del “sarcófago de la ilusión” todos quedamos atónitos viendo toda su delgadez. Nancy había perdido esa figura que la hacía coqueta y agradable a la mirada de los espectadores. Su belleza se había desvanecido de entre su piel y su huesos, ahora sólo quedaba un cuerpo vulímico deseoso de vida.

Después de un silencio pesado, de entre el público se escuchó –Embusteros, manipuladores-. Y ese fue el detonante. La gente comenzó a caminar alrededor del carruaje, algunos buscaban subirse y tomar a la muchacha para destrozarla. La magia es el arte de las ilusiones, pero la humanidad tiene sus imágenes que toma por verdades y a las que jamás quiere renunciar. ¡Y sálvense como puedan de la gresca!, mano, esa fue toda una hecatombe. Y ahí, queridos míos, fue como en algún momento me lastimé la rodilla.

Una caída alegórica. También he buscado algún tipo de mensaje escondido. Así fue como pasó. Momentos antes de la final de Brasil contra España, tal vez como dos semanas antes. Yo andaba jugando al futbol, entrenando fuertemente para desempeñar el lugar del Messi que Iniesta necesita para ganar una copa de confederaciones. Fue en el medio campo, recibí el balón sin marca y fácil de controlar.  Lalo quién me había mandado la bola, atravesó el circulo de la media cancha a mis espaldas y se encaminó hacia el lado izquierdo del área grande. Yo venía buscando opciones por la banda derecha y, mano, el pié se me clavo al pasto. Digamos que pise con la punta del dedo gordo derecho. De re-ojo alcancé a mirar como la pierna se doblaba, de la rodilla para abajo, hacía afuera del cuerpo. Ya les había comentado, fue una jugada absurdamente estúpida y me hizo enojar muchísimo. Así que bueno, de aventurero quedé como el chico que pisa mal y eso, amigos, no atrae a las chicas. 

Lo que tengo es un alongamiento en los ligamentos de la rodilla. Requiero reposarla a lo largo de este mes. Para tal efecto hay que usar muletas y un coso que prohíbe que doble la pierna. Y seguramente cuando regrese a la cancha lo tendré que ir haciendo de a poco. Así que bueno, también pasa que la verdad, luego no es tan divertida. Yo espero acercarme el domingo a las 3 y ver el juego.

Eufemio Franco Pimentel

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