Escribo
noches gitanas que revuelan el viento, entre los caireles serpenteados de la
tarde. Escribo imágenes que no son mías pero que las uso como si lo fueran.
La mente,
como una niña y anciana en saber, destroza, viola el ejercicio libre del tiempo
en lo material; la naturaleza es asimilada y transformada por la mirada, retina
dilatada.
Hace aire,
el cabello se dispersa, se destraba de los prendedores, busca su libertad…
…y la
desesperación, el odio –pasiones malditas- destrozan la ceguera frente a la
emoción.
Es de
humanos herrar, el odio se convierte en el acierto exacto. La niña lo
aprehende, lo captura de la realidad, lo roba de lo natural.
En el juego
humano, son las pasiones alborotadas, los gitanos que bailan mientras roban las
imágenes de lo que nos rodea.
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