sábado, 4 de agosto de 2012

El cielo roto




Y te levantas, Hermoso, de entre las sabanas.
Tus ojos aún se encuentran enrojecidos, lagañosos del ayer.
Escupes entre los senos desnudos de la Musa,
Tratas de darle justo al corazón.

Hay algo en el aire, una sombra pesada que te aplasta,
Que te encierra, que te carcome.

Alrededor del lecho, revuelto de pasiones anteriores,
La danza frenética de los duendes, la bulla de las carcajadas sarcásticas.
Tu boca seca, tu piel dura y tu cuerpo paralizado.

¡Ho! ¡Hermoso! Tu armadura yace en el suelo
con las alas rotas del ángel que amaste ayer,
junto, a la espada rota del orden pre-establecido.

De súbito, tus rodillas caen sobre la mierda,
tus cuernos opacos, tus manos atadas, tus lágrimas y todo tú:
El templo de la humillación.
-Agonía, agonía, agonía, agonía.
Tu pecho se enfría.-

Como nunca antes, con gran esfuerzo, las enredaderas
Se arrastran hasta lo que queda de ti.
Abrazan y jalan, destazan tu cuerpo.
Roto.


Musa despierta, mientras,
Cuervo, el vocero de los dioses mundanos,
Dicta la sentencia.

-Hermoso: Tus intestinos quedarán suspendidos en el aire,
en la rama más alta del roble de enfrente,
esperaran el zenit del sol
y con él,
saciar el hambre de las aves carroñeras.

El Cuervo vuela.
Musa cae en llanto
Mariposas negras vuelan dentro y fuera de ella
Ahora, entiende tu ausencia, oh! Hermoso.

La sinfónica silvestre suena
Y como primera voz:
El cabalgar del jinete que se acerca.

Musa levanta la mirada, ojos claros,
La última lágrima se fragmentó en el suelo;
Silencio,
A lo lejos un centauro, trinche en la mano,
Representante de la suprema corte
De los mundanos disfrazados de dioses.

Musa espera desnuda, frente a tu cuerpo sin forma,
Frente a la puerta de la condena.
Musa valerosa espera sobre las sabanas deshechas por el aller,
Se levanta y recibe al representante de la farsa divina.

Con la respiración agitada,
Con su mirada arrogante y su sonrisa
Característica del sarcástico, del sádico.

Musa con esa mirada especial
Que la hacía grande y temible,
Bella y tierna, con esos ojos claros
Que deshacen enemigos

Con todo el brillo elido de sus pupilas
Clavadas y derritiendo la mirada pesada de Centauro.
-jaja; Musa bien sabes que las Ninfas
no pueden saborear los platos mundanos.
¿creíste que seria algo inadvertido?
¡Ho! Pequeña hija de Venus,
Es la última vez, los dioses mundanos
Te han brindado otra oportunidad,
Sólo a cambio se han llevado a Hermoso, jajaja-

El viento soplaba, arrancando las hojas
Secas de los árboles, los cabellos de
Musa se enredaban con este viento
Que esclarece la mente.

-No todo lo que tiene alas es un ángel,
los divinos y los medios divinos no dejan de ser humanos,
los humanos también son divinos y por tanto ángeles,
dile a tus amos, bellos Centauro, que mis alas las corté yo.
Que mientras Hermoso dormía, yo
Musa renunciaba a mi divinidad;
Y recuérdales, Centauro que tú,
Si, que tú, en el fondo eres un caballo.

Así, querido Hermoso, el silencio testigo de cada lágrima,
De cada sonrisa, volvió a imperar después de consumada
La época de las hadas, ninfas y reinas de la alta mentira divina.

Efrapi, 1999

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